El uruguayo Luis Alberto Negro, ya fallecido (Orzábal vive en España al escribir estas líneas) era según Moneo "muy buen actor. Era buenísimo haciendo puestas. Después dirigiendo era un desastre. Yo fui su asistente en muchos programas. Lo respeté mucho porque me enseñó, con él aprendí como loco. Sabía hasta el último tono, le sacaba al personaje hasta lo último. Tenía un respeto formidable por el libro. Era un actor a la antigua. Nunca agarró el ritmo de la televisión ".
Recién llegada de Paraná, la joven Judith Jaroslavsky recuerda que Orzábal "¡Era un señor! Muy pituco, lo mismo que Escasany. Aparte de ser el mejor director de ese momento, era el que llevaba el paraguas, el sombrero. Un gentleman ".
Otros "pitucos " (término de moda en esos años) eran, según Judith, Gerardo Noizeaux ( "buenísima persona, muy culto ") y Alfredo Lafe-rriere ( "pituco, pero muy dado. Fue jefe de producción del canal, cuando nos mudamos a Aya-cucho y Posadas ").
En cine se estrenaron entre otras Las aguas bajan turbias (dirigida y protagonizada por Hugo del Carril, con la actriz italiana Adriana Benetti), Deshonra (superproducción y descomunal éxito de taquilla dirigida por Daniel Tinayre, con Fanny Navarro, Mecha Ortiz y Tita Merello al frente de gran elenco), dos policiales de Carlos Hugo Christensen: Si muero antes de despertar y No abras nunca esa puerta, otra policial: La bestia debe morir (dirigida por Román Vifioly Barreto) y Facundo, el Tigre de Los Llanos (dirigida por Miguel Paulino Tato, con Francisco Martínez Allende).
El 3 de noviembre se estrenó el primer largometraje argentino cromático (en Ansocolor): El gaucho y el diablo.
Dejamos para el final tal vez lo más significativo del año televisivo: los espectáculos musicales o de revistas, que trasladaron a la pantalla chica las principales atracciones de las noches porteñas.
"Creo que el secreto fue que teníamos a nuestra disposición a todos los artistas nuestros y los que venían del exterior. Ibamos a un teatro o a una boite y sacábamos la figura que necesitábamos. No había competencia de canales, ni rating, ni nada parecido, y resultó el primer programa organizado dentro de una gran improvisación. Y fue un impacto ", contaba Osvaldo Miranda a Canal TV en 1971 sobre el secreto del éxito de Tropicana Club.
Esta producción de Naicó Propaganda tenía una finalidad muy precisa: vender televisores Admiral. Obviamente los gastos de producción excedían largamente los ingresos publicitarios, pero se compensaba con creces ofreciendo un espectáculo de jerarquía, que incitaba a comprar el novedoso y carísimo telerreceptor. Tito Bajnoff fue el productor, Oscar Orzábal Quintana fue el director (Alfredo Laferriere dirigió la primera emisión) y Miranda daba vida a Gastón, el propietario de la boite.