El fin de la guerra de Corea y la muerte del despótico líder de la Unión Soviética, José Stalin (hasta entonces venerado, poco tiempo después defenestrado) fueron los acontecimientos políticos más importantes de un año complicado: prosiguió la crisis económica y la violencia se hizo presente. En un acto de la CGT explotaron bombas, causando siete muertos; en represalia, partidarios del gobierno quemaron la Casa del Pueblo (sede del Partido Socialista), la Casa Radical, las oficinas del Partido Demócrata y el Jockey Club, la institución emblemática de la denostada "oligarquía".
Un año en lo televisivo, si no espectacular, por lo menos con un razonable avance. Una buena síntesis la da Antena en su edición del 11 de agosto: "En televisión vamos sin apuro, pero vamos bien. Lo que hemos hecho en poco más de un año de actividad, es un indicio de que sabemos hacer las cosas y que lo demás vendrá con el tiempo, que todo lo madura y lo sazona. También la TV argentina llegará a su punto de madurez. (...) La televisión parece ser el medio artístico que dominará el mundo por sobre las otras expresiones actualmente en boga. No creemos que su preeminencia arrase con el teatro, el cine y la radio; pero su influencia será enorme, y el futuro es suyo, por lo menos hasta que otro invento haga con ella lo que ella está haciendo con las que la precedieron en el gusto del público ".
En octubre de 1953 la revista Teleastros en su editorial inaugural hacía un balance de dos años de actividad de la televisión argentina: "Cuando en la actualidad desfilan por la pantalla concertistas, cantantes, obras del teatro universal y nacional, espectáculos coreográficos y líricos; cuando en ella se dan cita rutilantes figuras del arte mundial; cuando las emociones nuestras vibran al compás con que desfilan los soldados de la Patria; cuando las monumentales tribunas de los estadios parecen ondular en llamaradas de pasión y de entusiasmo con el suspenso o el estallido que brindan los deportes; cuando la voz pausada del conferencista penetra en nuestra intimidad hogareña; cuando los niños hablan para los niños en la solución ejemplar de sus pequeños grandes problemas; cuando lo profundo y lo frívolo se alternan, yendo del auténtico problema nacional al sonriente tema de modas... ya no puede haber dudas. La Televisión no habla el lenguaje del futuro, sino el lenguaje del presente. Y habla el lenguaje del presente porque es una realidad. Digamos, pues, con las palabras de uno de sus pioneros, que «la Televisión vino para quedarse» ".
En su balance anual, Mundo Radial (30.12.53) titulaba "Avance de la TV "; fundamentaba: "Comienza a avanzar la televisión argentina. (...) Se traduce en una constante superación, que si hasta el momento no es integral, evidencia el firme propósito de ensanchar la acción dentro de ese ritmo favorable "