"-¡Ciudadanos! ¡Este hermoso día no puede menos de anunciarnos lá victoria!
"Y satisfecho del efecto producido sintiendo un agradable cosquilleo en la piel, de entusiasmo hacia su propia persona, había callado y permanecido silencioso para no disminuir con vulgaridades el mérito de aquellas palabras proféticas. Aquel día se había propuesto no decir sino frases históricas.
"Pero, eso sí, tuvo que informarse de un detalle de la mayor importancia, de la cuestión en aquellos momentos de vida o muerte, y preguntó en voz baja a Viera, deteniéndolo en una de sus continuas idas y venidas.
"-Diga usted, Viera, ¿están preparadas las armas?
"Viera sacudió la cabeza de arriba abajo, dirigiéndole una mirada confidencial, y contestó más quedo aún, como un murmullo:
"-Están... La noche en peso nos la hemos pasado acarreándolas con Silvestre. ¡Y con un jabón! ¡No sé cómo no nos han pillado!
"Las tales armas, el supremo recurso de un pueblo justamente indignado, resuelto a reconquistar su autonomía y a repeler todo conato de imposición, eran seis fusiles Rémington, que se hallaban cuidadosamente ocultos en la azotea del comité y que Viera y Silvestre habían llevado efectivamente, y no sin peligro, la noche anterior.
"Como los extremos se tocan, en el patio estaba la antítesis del arsenal aquel -grandes y negros trozos de asado con cuero, fiambres, sobre bolsas de arpillera, una compañía de darhajuanas de vino carlón y un montículo de panes-, el almuerzo, en fin, del invencible pueblo de Pago Chico, pronto a reivindicar sus derechos conculcados, aunque fúese a costa de su generosa y noble sangre.
"Habíase prohibido terminantemente el uso de bebidas alcohólicas a los paladines del libre sufragio; no necesitaban excitante alguno para el caso probable de tener que sacrificar sus vidas en el altar de la patria, y era menester, en cambio, que se mantuviera el mayor orden en el comité, para dar completo ejemplo de civismo y de austeridad de costumbre.
Pero a duras penas se lograba que no se marcharan todos de una vez a tomar la mañana en el almacén de la esquina, y hubo que conformarse con una transacción: que fueran de a dos, cuando mucho de a tres, y que volvieran inmediatamente. El entusiasmo iba creciendo con esto.
"-¡Hay que tenerlos a soga corta -decía Silvestre-; si no, no pueden con el genio y rumbean p´a la borrachería!
"Mientras estaban en el comité, los electores rondaban alrededor del asado, con el sólido apetito aguzado por las repetidas copas del mermú, afilándoseles los dientes y sallándoseles el cuchillo de la vaina.
Y apenas podían entretener el ocio y el hambre con dicharachos y cachadas, haciendo esgrima a mano limpia.
"-Lo que es hoy -decía el negro Urquiza, en cuclillas, afilando un palito para los dientes con un formidable facón-; lo que es hoy, los carneros van a... cargar aceite.
¡Sí, de susto´e verte la trompa! -le retrucó un paisanito, que con las piernas cruzadas y recostando el hombro en la pared, parado junto a él, lo miraba desde arriba.
"-Calíate, guacho -saltó el moreno, gesticulando con su ancha boca y mostrando los dientes en una a modo de sonrisa-. Más vale ser negro que orejano. Yo siquiera tengo marca.
"-¡Y yo soy capaz de ponerte otra en la jeta, negro trompeta! -dijo el muchacho echando la mano atrás como para sacar también el cuchillo.
"El negro estuvo de un salto en pie, pero varios se interpusieron mientras uno de los correligionarios decía pausadamente, no sin sorna.
"-¡Vaya!, guardesén p´a luego, muchachos. ¿No ven que las papas queman? Puede ser que luego haiga baile, y entonces podrán bailar a gusto...
"-¡Sí, bailar con la más fea! -exclamó otro.
"-¡Y´anda teniendo miedo éste... tabaco aventau, no más! -dijo el del baile.
"-¡Oiganlé! -prorrumpieron varios. "-Písale el poncho, ai tenés.
"-¡A que no le mojás la oreja a ño Fortunato!
"Viera creyó necesario intervenir:
"-¡A ver, compañeros, un poco menos de bochinche, que esto no es ningún piringundín!"