El Comité - pág.3 - Folklore Argentino

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Desde temprano se habían encendido todas las arañas y candelabros del salón, y yo, ardiendo de curiosidad, hice todo lo posible por ser espectador lejano, desde la antesala, de aquella notable asamblea.

"Eran las ocho de la noche y entraban los primeros concurrentes.

"-No me hable usted de la juventud, señor don Ramón; la juventud del día no sirve para nada -decía a mi tío un caballero flaco, de cuarenta años largos, cón una fisonomía garabateada por la barba y las arrugas del cutis.

"-Tiene razón, doctor, los jóvenes no sirven para nada.

"-No te metas, Ramón, en lo que no sabes -contestaba mi tía furibunda.
"-Vean ustedes, señores: llevar hombres jóvenes a las cámaras sería nuestra perdición. La juventud del día no tiene talentos prácticos; ¿cómo quieren ustedes que los tenga? ¡Le da por la historia y por estudiar el derecho constitucional y la economía política en libros!

Forman bibliotecas enormes y se indigestan la inteligencia con una erudición inútil, que mata en ellos toda la espontaneidad del talento y de la inventiva. ¡Sí, señores, los libros no sirven para nada! Ustedes me ven a mí... Yo no he necesitado jamás libros para saber lo que sé. ¡Pero no quieren seguir mis consejos, señor! Los libros no sirven para nada en los pueblos nuevos como el nuestro. Para derrocar a Rosas no fueron necesarios los libros; para hacer la Constitución de 1853, tampoco fueron necesarios, y es la mejor constitución del mundo.

Yo soy abogado y me ha bastado Darnasca para aprender mi profesión. La noción del derecho se pierde cuando más a fondo se quieren conocer los textos. ¡Lo mismo es la política!

Nosotros no estamos preparados para gobernar con Hamilton, Madison y Story. ¡El buen sentido, eso basta! ¡Sí, señores, el buen sentido basta!

Yo, por ejemplo, no leo sino los diarios, y el periodismo, señores, es como el pelicano: alimenta a sus hijos con su propia sangre. Usted ha estado en mi estudio, señor don Ramón; ¿no es verdad? ¿Ha estado usted? ¡Pues bien! ¿Qué libros ha visto usted? Colecciones de los diarios en que he escrito, eso sí: la colección de ¿a Colmena, La Espada de Damocles, La Regeneración Porteña, El Gorro de la Libertad, etc., todos los diarios de que he sido redactor.
Pues bien, ¿eh?... He necesitado alguna vez informarme sobre la pesca de los pingüinos en la costa patagónica, cuando he sido ministro, ¿qué he hecho?... a La Espada de Damocles... registro la colección y en 1853 ó 54, encuentro el artículo que escribí sobre la pesca de esos moluscos...

"-Pero, doctor, ¿los pingüinos no son aves? -observó mi tío.

"-Pero no vuelan, señor don Ramón, y son esencialmente marítimos, y se pescan en vez de cazarse; por eso es que los clasifico entre los moluscos, y así los designo en mi artículo de La Espada de Damocles. Y lo mismo que digo de la pesca de los pingüinos, digo del gobierno parlamentario; nos están hablando de las bondades del sistema bicamarista... Vean ustedes el resultado que nos ha dado en la nación y en la provincia...

Hemos retrocedido, señores, hemos retrocedido veinte años; nuestro primer acto de gobierno debe ser volver a la cámara única y poco numerosa. Yo lo he sostenido en un artículo que escribí en 1853 en El Gorro de la Libertad; ahí están los argumentos irrefutables de mi tesis.

La cámara única, señores; no hay nada mejor. ¡Basta el buen sentido para comprender que dos cámaras es el absurdo, señor! Una está en contra de la otra siempre, y ¿cómo gobernar cuando dos fuerzas iguales se chocan?
El axioma físico es que dos fuerzas ¡guales se destruyen... y la física tiene leyes análogas a la política! ¡No hay gobierno posible así! ¡La cámara única es lo más sencillo, lo más expeditivo y lo más cómodo! ...

"-Pero los ingleses, señor doctor, tienen dos cámaras -observó uno de los circunstantes.

"-Permítame, señor: la Inglaterra es un país extravagante, de clima diferente al nuestro, y se explica el error allí. Pero nosotros tenemos un clima ardiente y es un peligro grave prodigar las fuerzas y el número de las asambleas parlamentarias en la República Argentina. Eso es lo que nos lleva siempre a las oposiciones tenaces.

Nuestro partido perderá el gobierno por eso, señores; por extender el número de las asambleas. Con una cámara única de veinticinco amigos no seremos vencidos. Yo se lo he dicho siempre al general: «No le haga caso a don Benjamín Boston; mire que don Benjamín es de origen norteamericano, mientras que nosotros debemos seguir la escuela política de Rivadavia.

Don Benjamín es orador muy elocuente, pero no tiene una cabeza política ni previsora: tiene demasiados libros para ser buen gobernante, y jamás ha escrito en un diario». ¡Pero no se me hizo caso, señor, y ya verán ustedes los resultados!

"-¡Cuánto me alegro, doctor Trévexo, de que Ramón oiga lo que usted dice! ¡Cuánta razón tiene usted! Figúrese usted que mi marido se empeñaba en llenarle la cabeza de librajos a su sobrino y enseñarle idiomas, y qué sé yo qué otras cosas... ¿Para qué?...

"-Todo eso no sirve para nada, señora. Enséñele usted a leer y a escribir y deje usted al talento que se revele solo. Repito a usted que en este país los hombres no necesitan estudiar nada para llegar a los altos puestos.

"¿No me ve usted a mí?

"Acostumbre usted al niño a que lea los diarios y a que guarde recortes de los artículos que le interesen.


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