23.Conclusión.
Un plumerero ambulante en las calles de Buenos Aires. 1970.
Buenos Aires fue en un tiempo un verdadero pueblo. Se mostró como tal durante las jornadas heroicas de las Invasiones Inglesas (unidos españoles y criollos, en estrecha solidaridad), así como los hijos del país, solos, en la gesta de la Emancipación y de la Independencia.
Ese pueblo vino a convertirse durante el período inmigratorio en una agregación de individuos sólo atentos al provecho particular, ninguno de los cuales estaba dispuesto a emprender ninguna tarea sin preguntar previamente: ¿con qué ventaja?... ¿cuánto voy yo en el asunto?
La vida interior y el sentimiento de plenitud hispano criollo se resolvieron en desarraigo, en "falta de algo", en "sentirse un poco en el aire".
El conocimiento sincero y veraz del ser porteño y de aceptarnos como somos, con todas las fallas pero también con todas las cualidades, contribuirán al descubrimiento de energías desconocidas en favor de una vida renovada y de un destino fecundo.
Ese examen de conciencia nos llevará de la mano hacía el encuentro de los remedios adecuados: contra el descreimiento, la fe; contra el ¡no hay nada que hacerle!, al afán de volver posible lo imposible; contra el todo está permitido, la actividad responsable; contra la insatisfacción y el resentimiento por carencia de triunfos materiales, el sentirse cada día más rico espiritualmente; contra el ¡no te metás!, la generosidad y el seguir adelante, asumiendo el riesgo y cumpliendo el compromiso.
Enhorabuena volvamos a ser un pueblo formado por ciudadanos unidos por lazos de solidaridad tan vigorosos que cada individuo estime como propio el dolor y la alegría del vecino. Conocimiento significa liberación. Ayudémonos a conocernos y a juzgarnos con imparcialidad; y Dios nos ayudará a ser y a obrar mejor.