Uno de los personajes de la excelente pieza El vuelo nupcial -estrenada el año 1916- opina lo siguiente: "Entre la gente que se agita en las aceras de los bancos y la que se pasea por Palermo o se la ve en cualquier fiesta, no se nota otra diferencia que una mayor elegancia en el vestir: la tristeza es igual... "
Un personaje extranjero de la comedia Mauricio Norton, de Belisario Roldan, estrenada el año 1919, dícele a un niño bien: "Usted es un calavera triste, como casi todos los de este país... Usted no sabe reír... Usted no se divierte...
Diez años más tarde H. Keyserling habría de difundir universalmente el estribillo de la "tristeza argentina", recogido por otros observadores extranjeros, admirados de "la seriedad del aspecto de los argentinos mientras se divertían... " (108)
Las diversiones tenían un propósito utilitario: se iba a una fiesta para comer; se concurría a un baile para "florearse" o para "pescar un programa"; se pasaba un rato en un cabaret para "cachar a algún gil"; se trasladaba a Mar del Plata para ganar en la ruleta...
Hemos señalado, por nuestra parte, las causas que contribuían a volver difícil la comunicación en el Buenos Aires de la época aluvial, integrado por individuos impacientes por alcanzar bienes económicos y con escasa afición a los valores espirituales.
Resumámoslas aquí: la soberanía de la gana -de la vida soportada en vez de querida-; las represiones de los sentimientos; la vanidad de figurar; la atención puesta en el "papel" y el temor a "desentonar" y de caer en la ridiculez; la inseguridad interior; la "caza del peso" y la suspicacia recelosa por el miedo de perderlo; la insatisfacción frente a lo que se quisiera ser y tener; el abandono a la suerte y la envidia y el resentimiento contra los que han tenido más fortuna que uno; las pérdidas en los negocios, en los hipódromos y en las mesas de juego: la nostalgia del viejo porteño y del hombre de las brillas por el Buenos Aires de antaño, y las añoranzas de los inmigrantes por la patria lejana magnificadas por los sinsabores y los desengaños; la huida de la realidad cotidiana y del yo por la senda del sentimentalismo quejoso o del desquite por medio de la cachada rencorosa y cruel...
El bandoneón incorporado a las orquestas de tangos fue el intérprete quejumbroso del alma porteña bajo la tristeza de los sentimientos indicados.
Referencias:
(101) Jorge Luis Borges: Discusión, pág. 24. V. asimismo Manuel Gálvez: Hombres en soledad, pág. 24.
(102) Manuel Gálvez: Hombres en soledad, pág. 135.
(103) Germán Vega: Buenos Aires hace cincuenta años, Buenos Aires, 1924, pág, 90.
(104) José Ortega y Gasset: El espectador, t. Vil, pág. 228. Ezequiel Martínez Estrada: Radiografía de la pampa, t. II, pág. 81.
(105) Homero M. Guglielmini: Temas existen-dales, págs. 64 y 65.
(106) Carlos Octavio Bunge: Nuestra América, reedición, Madrid, 1926, pág. 195 y ss.
(107) Santiago Rusiñol: op. cit., págs. 182 y 183.
(108) Declaraciones de la periodista Lila W. Davis en La Razón, de noviembre de 1927. Opiniones de John W. White, corresponsal del New York Times vertidas en Argentina, the portrait of a Nation y comentadas en el diario La Prensa, del 3 de setiembre de 1942.
V. asimismo Manuel Gálvez: "La tristeza de los argentinos", en La Nación, Buenos Aires, 1 de enero de 1933.