"Es claro que a los propietarios no les conviene vender esas fincas; y la prueba de ello es que se han enajenado 2.600 casas de 22.500 que existían en 1882, la que corresponde al 10 por ciento del número de casas en esa fecha; y no se encuentran entre estas ventas ni el 2 % siquiera de las casas de inquilinato, siendo de notar que en el mayor número de los casos esas enajenaciones tan escasas habrán sido determinadas por arreglos de familia o por otras causas que están lejos de ser financieras o comerciales.
"Hemos tenido ocasión de examinar detenidamente las evaluaciones oficiales de 1883, para los efectos de la contribución directa, de las 758 casas de inquilinato de las cinco primeras secciones de la Capital; y como conocemos por la estadística municipal del mismo año cuál es el número de habitaciones contenidas en ellas y los alquileres que se cobran por cada úna, estamos en aptitud de apreciar la renta anual que producen.
El mayor número de las casas de inquilinato no están exclusivamente ocupadas en esa forma, sino que emplean gran parte de su capacidad en servicios industriales o comerciales de otro carácter; y por consiguiente no pueden tomarse todas en consideración para estimar su producto en relación a los valores efectivos de aquellas propiedades."
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"El intendente dice (y es verdad) que está en extremo limpia la ciudad." Caras y Caretas, 1906.
La informada monografía de Rawson concluye con un sabroso y elegiaco discurso sobré las virtudes de las aguas corrientes (que el autor, ingenuamente, parece recomendarnos como panacea para la "cuestión social"):
"Recomendando, como acabamos de hacerlo, y con especial encarecimiento, la provisión de aguas corrientes en las casas de inquilinato, hemos mencionado ligeramente los servicios higiénicos a que esta provisión se encamina.
Tener agua abundante al alcance de todos, verla brillar en su corriente impetuosa y levantarse su nivel en los depósitos donde se la acumula, es un fenómeno que produce en los que lo contemplan el deseo instintivo de ponerse en contacto con ese líquido amigo y provechoso.
Los hombres, las mujeres, los niños se sienten irresistiblemente inclinados a lavar sus manos y su rostro en aquel líquido, y a sumergir su cuerpo en el depósito destinado para ese fin.
Personas que habrían vivido muchos años sin recibir un baño, sin lavar siquiera algunas partes de su cuerpo, dejando en permanencia así la suciedad y la inmundicia, que no pueden dejar de ser sobremanera perjudiciales para la salud, se sienten invenciblemente decididos a lavarse y a bañarse repetidas veces, cuando el agua viene a buscarlos presurosa hasta la cabecera de su lecho, para ofrecerse a su servicio.
"Es fácil comprender las ventajas sanitarias que se derivan de la práctica y de los hábitos nuevos de la limpieza personal; y por eso insistimos con tanta decisión sobre la conveniencia de proveer abundantemente de aguas corrientes a las casas de inquilinato, las cuales, por la aglomeración misma que allí se forma, y las malas costumbres de poco aseo, rebajan el nivel moral de las personas, disminuyen su propia estimación y la simpatía recíproca, que es una nececidad en estas agrupaciones."