Julián Aguirre - Biografías de Argentinos

12-10-2019 6822 Visitas

Julián Aguirre nació en Buenos Aires, el 28 de enero de 1869. Músico desde su juventud, descolló por sus dotes de pianista. Dejó una importante producción musical. Murió en la misma ciudad, el 13 de agosto de 1924.

Julián Aguirre.
La militancia política

Nació en Buenos Aires el 28 de enero de 1869, y murió en la misma ciudad el 13 de agosto de 1924. En él debía encontrar el arte argentino -poco más que naciente por entonces- una de sus expresiones auténticas, límpidas, personales y perdurables. Su obra, ni muy numerosa ni muy diversa en sus formas de expresión, constituye el testimonio viviente e inequívoco de un creador de bien definida singularidad: la naturaleza esencialmente musical; el espíritu sutil; la cultura profunda; la lucidez invariable; la conciencia acrisolada; la sinceridad nunca desmentida; la seguridad en los objetivos y en los medios requeridos; el buen gusto; la autocrítica inflexible y la lógica rigurosa, presentes siempre bajo el manto de la espontaneidad, la agudeza -sentido del humor nada común entre nosotros- y la depuración. Todo esto surge de la obra de Julián Aguirre.
Los primeros años de la infancia del futuro músico transcurrieron en la ciudad natal hasta que la familia viajó a España, donde -en Madrid principalmente- debía completarse una etapa fundamental de su existencia. Allí se manifestó en él la vocación musical, que tropezó con la resistencia de los progenitores, empeñados en tener un hijo jurisconsulto. Pero la vocación, como auténtica que era, debía imponerse. El Conservatorio de la Corte iba a contar entre su alumnado al joven sudamericano. Aranguren (armo-´ nía), Cató (fuga) y Arrieta (composición) se contaron entre sus maestros; pero fue Karl Beck, un alemán discípulo de Tausig, quien prestó alas a sus sueños facilitando el eficaz desenvolvimiento de sus dones pianísticos a la vez que le familiarizaba con los exponentes más conspicuos de la música germana, a alguno de cuyos representantes insignes -Roberto Schumann- habría de permanecer Aguirre unido por profunda admiración. Varios primeros premios señalan el epílogo brillante de esa etapa.
En 1887, el joven músico regresó a la ciudad que le había visto nacer. Algunos contactos con el interior acentuaron sus intuiciones artísticas del país natal -de su espíritu, de su clima espiritual, de los ritmos y giros que caracterizan su acervo sonoro- concretando una posición estética de definida esencia nacional. A este respecto se impone precisar algunos conceptos. Aguirre, como cuadra a un verdadero artista para el que la libertad creadora ha de ser siempre un elemento fundamental e irrenunciable, no se encerró, rígida y obstinadamente en determinadas normas hechas de dogma; su nacionalismo, por otra parte, no se orientó por el camino fácil de la transcripción literal de motivos populares, sino que fue mucho más allá, mediante la creación verdadera de páginas a las que algunos rasgos determinados, alusiones a veces, otorgan y aseguran un argentinismo esencial, más convincente que el de tantísimos otros trabajos en los que predominó la preocupación, a veces un tanto pueril, de un realismo folklórico o arqueológico. Por ello quizá la denominación, en cierto modo un tanto vaga, pero en otro sentido muy explícita, de Aires Argentinos adoptada por Aguirre para un número de sus obras, puede ser considerada como la más adecuada a la índole de su producción nacionalista.


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